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El retablo de Alcaraz

Desde 1999, tras la publicación del libro “Alcaraz en el siglo de Andrés de Vandelvira, el bachiller Sabuco y el preceptor Abril” por Aurelio Pretel, se tiene conocimiento de que el famoso pintor renacentistas Juan de Borgoña había cobrado varios encargos para la Iglesia de la Trinidad, entre ellos varios cuadros para un retablo y una Cruz, todo ello perfectamente documentado en el año 1504.
Es por ello que varios historiadores y restauradores como el albaceteño Pablo Nieto intuían que en Alcaraz había una joya escondida obra de Bogoña.
Un descubrimiento anunciado ayer por el Presidente de Castilla-La Mancha Emiliano García Page y que se enmarcada en el trabajo de colaboración establecido entre la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha, el Ayuntamiento de Alcaraz y la Diócesis de Albacete y en el que también se han volcado todos los alcaraceños y que servirá para poner en valor una pieza única que posiblemente se convertirá en una de las obras más importantes de la provincia de Albacete.
El retablo, considerado como una de las piezas más antiguas que tiene la provincia en la actualidad, tiene 12 metros de altura y contiene 20 imágenes de diferentes tamaños y ocho pinturas de casi 2 metros cada una, que lo convierten en un conjunto, tanto pictórico como escultórico, de primer orden.
Nieto sostiene que “devolver el retablo a su estado original va a ser algo espectacular para el impulso del turismo de la zona y la repercusión social de Alcaraz, ya que vamos a poner en valor una pieza única que posiblemente se convertirá en una de las obras más importantes de la provincia de Albacete”.
Juan de Borgoña es uno de los maestros más importantes que trabajan en España a comienzos del siglo XVI. Su apor¬tación resultó decisiva en la introducción del renacimiento en Castilla, con su trabajo en Toledo, donde ciertamente modificó el clima estético de la ciudad.
Por la obra que desarrolló posteriormente, se piensa en una estancia en Italia, con claras reminiscencias de la Toscana y la Umbría, que no ha podido ser documentada. Aparece por vez primera en 1495, trabajando en el claustro de la catedral de Toledo, donde pintó la escena de la Visitación y varios escudos.
Entre 1509 y 1511 llevó a cabo su obra más valorada: la decoración de la sala capitular de la catedral toledana. Aquí realizaría uno de los conjuntos más conseguidos del primer rena¬cimiento español, con frescos a la manera italiana que se abren a un espacio ilusionista de arquitecturas y espesos paisajes al fondo.